Delta del Danubio, el tesoro más escondido de Rumanía

Delta del Danubio, el tesoro más escondido de Rumanía

Pensar en Rumanía es cerrar los ojos y ver la imagen del conde Drácula y Transilvanía. También nos viene a la mente su capital Bucarest con su aire parisino. Pero una vez superadas las imágenes más evidentes existen otros lugares mucho menos conocidos y que todavía hoy son grandes secretos del país…

Te invitamos a conocer en este viaje lugares escondidos de un país con mucha historia. Vamos a navegar por el Delta del Danubio, ese gran río de casi 3.000 kilómetros, vehículo musculoso de culturas y civilizaciones, que tras recorrer media Europa, atravesando diez países y bordeando grandes ciudades como Viena, Bratislava, Budapest y Belgrado, penetra en Rumania para cruzarla también de oeste a este y descansar por fin en el Mar Negro, creando el mayor Delta de Europa y una de las grandes Reservas de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad.

Un paseo por los clásicos

Cuando se piensa en Rumania viene a la mente la seductora imagen de las iglesias y monasterios de Bucovina en la vertiente oriental de los Cárpatos, con sus abigarrados frescos que cuentan desde escenas bíblicas en la más pura tradición ortodoxa, hasta el asedio de Constantinopla en el siglo XV; por su inigualable belleza y también para ayudar a su conservación, han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad.

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Monasterio Ortodoxo de Sucevita, Bucovina, Rumania

Compiten en esplendor con ellas, las iglesias de madera, con tejados de tablillas y ajados campanarios de estilo gótico y sus exquisitos interiores con frescos de temática bíblica, granjas con puertas delicadamente labradas y las infantiles lápidas de madera pintada del cementerio de Sapanta en Maramures la que para muchos es la región más bella de Rumania, donde sobrevive la última cultura campesina de Europa.

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Lápidas de madera pintada del cementerio de Sapanta en Maramures

Se piensa en Rumania y naturalmente aparecen algunas de sus ciudades más destacadas, como la original Sibiu, con sus dos zonas bien diferenciadas, con sus tres catedrales, una para cada culto, sus calles y fachadas de colores desvaídos, desconchones y patios empedrados y, sobre todo, con sus tejados que te miran…

No muy lejos está Brasov, enmarcada por montañas y densos bosques, una de las ciudades más bonitas y más turísticas del país, con un casco histórico medieval cuajado de casas de colores que desemboca en la siempre animada plaza Sfatului

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Plaza Sfatului en Brasov, Romania

Más al norte esta Thimisoara que algunos llaman la Barcelona rumana por su competencia con la capital y por su riqueza industrial. Aquí comenzó la revuelta contra Ceausescu en la Navidad de 1989 y en las escaleras de la catedral todavía se pueden ver los rastros de sangre (tal vez reforzados con algo de pintura) de las primeras víctimas de la represión.

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Timisoara, Rumania

Pero cuando se habla de Rumania es imprescindible referirse a su capital, Bucarest, que para muchos no tiene demasiado encanto, pese a su aire parisino en el que no falta ni el Arcodel Triunfo ni los grandes bulevares.

Pero Bucarest ha cambiado mucho en los últimos años y ahora es una ciudad muy vital, llena de gente joven, con grandes edificios y todas las tiendas de marca. Es inevitable hablar de su mastodóntico Palacio del Pueblo, edificio del Parlamento Rumano, construido por el dictador al que muchos todavía añoran en el país con sus 1.100 habitaciones, sus lámparas de cristal de Bohemia de hasta 10 metros de altura y sus alfombras de 8 centímetros de grosor. Es el edificio más grande del mundo, después del Pentágono de Washington.

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Palacio del Pueblo, Edificio del Parlamento Rumano, Bacarest

El inevitable Drácula

Y, claro, pensar en Rumania es evocar Transilvania, con sus pintorescas ciudades como Cluj-Napoca, la segunda mayor de Rumania, que ahora cuenta con cafés bohemios, restaurantes, festivales musicales, clubes nocturnos y bares, además de ser el centro de arte contemporáneo del país.

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Castillo de Bran, Conde Drácula, Rumania

También está Sighisoara, una ciudad medieval con mucho encanto en la que destaca la soberbia Torre del Reloj y sus murallas, pero cuyo mérito principal es que aquí se dice que nació Vlad Tepes, noble del siglo XV famoso por sus crueldades que recibió el apelativo de Drácula, literalmente hijo de Dracul, o del Dragón, título de su padre.

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Pueblo de Sighisoara en Transylvania, Romania

Y ya que estamos en ello, naturalmente en Rumania hay que hablar, aunque a algunos no les guste, de Drácula; pero ¿qué Drácula? Porque el más conocido es el que creó Bram Stoker, un mediocre escritor irlandés que nunca salió de su país y, naturalmente, no pisó Rumania, pero aprovechó el nombre de Vlad Tepes y su fama terrorífica para bautizar a su nuevo monstruo. La obra fue bastante aplaudida en su época, Oscar Wilde dijo de ella que era la obra de terror mejor escrita de todos los tiempos, y también “la novela más hermosa jamás escrita”.

Otra Rumania

Pero una vez superadas las imágenes más evidentes de Rumania hay que hablar de otros lugares mucho menos conocidos y que todavía hoy son un gran secreto del país. Sin duda el principal es el Delta del Danubio, ese gran río de casi 3.000 kilómetros, vehículo musculoso de culturas y civilizaciones, que tras recorrer media Europa, atravesando diez países y bordeando grandes ciudades como Viena, Bratislava, Budapest y Belgrado, penetra en Rumania para cruzarla también de oeste a este y descansar por fin en el Mar Negro, creando antes el mayor Delta de Europa y una de las grandes Reservas de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad.

Es la tierra más nueva de Rumania, una tierra intacta de belleza, naturaleza y desierto, aunque su origen es remoto, ya que comenzó a formarse hace aproximadamente 6.000 años en una de las orillas del Mar Negro, cuando una barrera de arena bloqueó la bahía del Danubio. Con el tiempo, la bahía se llenó de sedimentos, y el Delta comenzó a avanzar hacia el mar.

Las aguas del Danubio son marrones y grises, según la calidad del barro que arrastra y que ha recibido de los más de 300 afluentes durante su recorrido. Lo del Danubio azul que inspiró a Johann Strauss seguramente nunca existió. Un mito o una leyenda urbana lo atribuye, curiosamente, al gusto del músico por la bebida. Hay un dicho en Viena que dice “ponerse azul” a los que se exceden al beber, del mismo modo que en España se dice “ponerse morado” al comer mucho. Tal vez el genio se había pasado celebrando su vals y lo vio todo azul.

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Escultura en roca de Cebalus, último rey de Dacia, Danubio, Rumania

En todo caso esas aguas marrones, además de barro y trozos de madera también arrastran plásticos, latas, residuos industriales y todo tipo de desechos (hasta 1.500 toneladas cada año) que los incívicos habitantes de esos países arrojan al gran río. Pero el color de las aguas y los “náufragos” que a veces navegan por ellas no resta belleza al Delta, el más grande y mejor conservado de Europa, compuesto por una intrincada red de vías fluviales y lagos divididos entre los tres canales principales del estuario del Danubio.

Esta área de islas de juncos flotantes, bosques, pastizales y dunas de arena cubre 580.000 hectáreas y es el hogar de una fascinante mezcla de culturas y personas, así como de una gran variedad de vida silvestre que incluye más de 300 especies de aves y 160 de peces de agua dulce en sus numerosos lagos y marismas.

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Rio Danubio, frontera entre Serbia y Rumania

En la extensa área viven unas 20.000 personas de las cuales casi el 75% lo hace en aldeas remotas, lo que da una densidad promedio de aproximadamente 2 habitantes por km2. Curiosamente, el Delta crece cada año a razón de unos 67 millones de toneladas de aluvión y también cada año aumenta el espacio de áreas prohibidas para los turistas de modo que más del 50% de la Reserva de la Biosfera está intacta.

Donde comienza el Delta

Situada en la punta de los tres canales, Tulcea es un excelente punto de partida para explorar el Delta del Danubio. Es una ciudad muy turística precisamente por su privilegiada situación, aunque tiene poco más que ofrecer, con excepción de un original museo dedicado al Delta y con un buen acuario que recoge las especies de peces del río y del no muy lejano Mar Negro, con algunas concesiones a los peces tropicales.

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Tulcea, Romania

Tal vez antes de meterse de lleno en el Delta y su entorno, vale la pena hacer una visita a la bodega Macin Winery, que elabora una docena de buenos vinos y a la iglesia paleocristiana de Niculitel que venera a seis mártires cristianos de los tiempos romanos. Por el camino, se desparraman algunos monasterios ortodoxos, muchos de ellos habitados por monjes que aún crían gallinas a la antigua usanza, beben agua del pozo y siembran lo que llegará a su mesa.

El recorrido por el Delta hay que hacerlo en barco, mejor que sea pequeño y que navegue despacio para poder apreciar la variada vegetación y que las aves no se espanten con el ruido. A veces la navegación se hace un poco complicada en los canales estrechos donde las enredaderas tropicales se unen de una orilla a otra.

Junto a la vegetación autóctona se encuentran plantas exóticas cuyas semillas han sido transportadas por aves migratorias desde África: nenúfares, cañaverales y juncales, saladares y bosques de ribera, diferenciados según la frecuencia de su inundación, saucedas permanentemente inundadas y choperas de inundación periódica.

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Bosque de Letea, Romania

Existen bosques, como el de Letea, notables por las copas asimétricas de sus árboles, que incluyen robles y bordean los canales; con suerte puede verse una rara planta acuática que los expertos llaman “noctiluca miliaris” y el pueblo ha bautizado como la “vela de mar” cuyo color fluorescente transmite el efecto de un agua mágica.

Multitud de especies

Durante el verano, el Delta alberga más de 320 especies de aves, incluida la mayor colonia de pelícanos, con una comunidad de 6.000 ejemplares, más de la mitad de la población europea de estas aves, y más de un millón de ejemplares individuales que ivernan aquí, incluidos cisnes, cormoranes, garzas, martinetes, gansos salvajes y fochas.

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Pelícanos al amanecer en el Delta del Danubio, Rumanía

Situado en el paralelo 45, el Delta del Danubio es un punto de parada perfecto entre el Ecuador y el Polo Norte para millones de aves migratorias. Con suerte puede verse el majestuoso pelícano dálmata blanco y rosa pálido y enormes bandadas de las brillantes ibis de color carmesí, con su largo y curvo pico.

Durante el tiempo de reproducción, cuando los colores de las aves son más brillantes, es posible ver otras especies raras, como el cormorán pigmeo o el ganso de pecho rojo o tal vez escuchar el canto de amor de una garza mientras un grupo de pelícanos se eleva con gracia en el aire en un borrón de alas blancas y negras.

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Caballo salvaje galopando a la orilla del rio Danubio, Rumanía

Este es también uno de los últimos lugares que quedan en Europa donde los caballos salvajes vagan libres en el Bosque de Letea. Y aunque no es fácil verlos, más allá de los cañaverales se encuentran gatos monteses, zorros y lobos, y hasta un jabalí o ciervo ocasional.

Y bajo las aguas más de 160 especies de peces de agua dulce, entre las que se encuentran varios tipos de esturión, lucios, percas, pez gato, carpas, picas, soleras, pechugas, tencas, peces de caza… toda una tentación para los miles de pescadores que lanzan sus sedales a las oscuras aguas de las que, sorprendentemente, salen deliciosos pescados con los que elaborar, por ejemplo, la “ciorba” o sopa del pescador.

El final del Delta es Sulina, la ciudad más oriental de la Unión Europea a orillas del Mar Negro y, curiosamente, la primera que ilustró el concepto de la Unión ya a finales del siglo XIX, cuando aquí vivieron en armonía ciudadanos de Grecia, Rumania, Rusia, Armenia, Turquía, Imperio Austro-Húngaro, Albania, Alemania, Italia, Bulgaria, Inglaterra, Montenegro, Serbia, Polonia… Hoy siguen juntos en el Cementerio Marítimo, cada uno con su parcela especializada y con restos de alguna carroza que bien pudo haber sido utilizada por el propio Drácula.

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Tradicional coche fúnebre en Sulina, Rumanía

El recorrido por el Delta del Danubio muestra también otra dura realidad, alejada del idílico paisaje de plantas y aves. Los esqueletos de edificios industriales son un escenario peculiar para una reserva natural, pero algunas de las fábricas de la era soviética de la región, vacías y olvidadas desde la revolución de 1989, muestran su rígida arquitectura junto a una fantástica belleza natural.

La región del Delta del Danubio está deprimida económicamente, con altos niveles de desempleo, despoblación rural, bajos niveles de vida y una fuerte dependencia de los recursos naturales. Por ello se valoran especialmente iniciativas como las de Rewilding Europe que está trabajando para crear nuevas oportunidades para las comunidades del Delta mediante el apoyo al desarrollo de negocios basados en la naturaleza que permiten la recuperación de la vida silvestre e infunden un fuerte sentido de orgullo en el área local.

Entre ellos se incluyen la restauración local de humedales, la reintroducción de búfalos de agua para el pastoreo natural y el establecimiento de un parque natural para generar ingresos para la comunidad.