La maltratada Chechenia se abre al turismo

La maltratada Chechenia se abre al turismo

Chechenia fue durante dos décadas sinónimo de guerra, barbarie y terrorismo. Ahora que ya no hay ni rastro de la guerra, la república norcaucásica se abre al turismo. La pregunta es si es un lugar seguro, como dicen las autoridades, o un destino de alto riesgo, como advierten los defensores de derechos humanos.

“Puedo asegurar que Grozni es más segura que Nueva York, Londres o París. Lamentablemente, muchas cancillerías dicen que Chechenia no es una zona segura y recomiendan no viajar a Chechenia”, comentó a Efe Magomed Batáev, el director de la agencia de viajes Elgaz.

Sólo un paseo por las calles de la capital chechena -y lo mismo se puede decir del resto de la república- convence al visitante de que es muy improbable que una sea víctima de un atraco, aunque sea solo por el omnipresente dispositivo policial que vigila sus calles y carreteras.

Del famoso cartel “Bienvenido al infierno” hemos pasado a una especie de emirato donde tanto el Kremlin como Arabia Saudí han invertido ingentes cantidades de dinero. Las calles están impolutas, las mezquitas son lujosas y los preceptos musulmanes son respetados a rajatabla.

El monedero puede que esté lejos del alcance del delincuente común, pero guías como “Lonely Planet” no incluyen a Chechenia entre los destinos recomendables porque consideran que el Cáucaso Norte ruso sigue siendo una zona de riesgo.

No obstante, el Cáucaso incluye parajes tan espectaculares y unas costumbres tan arcaicas que desde hace unos años los turistas comienzan a vencer el miedo y a adentrarse en la zona, aunque sea en excursiones organizadas.

“Damos un 150 % de garantías de que los turistas rusos y extranjeros se sentirán completamente seguros en Chechenia. Cuando empezamos en 2012 recibimos a un solo turista, una chica. Ahora, tenemos cientos de miles de turistas al año, un diez por ciento de ellos extranjeros”, insiste Batáev.

Grozni, que prácticamente desapareció de la faz de la tierra durante la primera guerra chechena (1994-96), como antes Dresde o Pionyang, es ahora una de las ciudades más modernas de Rusia. Cuenta con la mezquita más grande de Europa, construida al estilo otomano, que está rodeada por la Grozni City, un centro financiero y hotelero con cinco rascacielos.

Las calles más importantes son la Avenida Putin y la calle Ajmat Kadírov, el padre del líder chechén, Ramzán Kadírov, que ha convertido a Grozni en la envidia de la región, aunque muchos consideren que el coste del orden que reina en es muy alto: un estado policial donde no hay espacio para la discrepancia, sea política o religiosa.

Ciudades como Argún o Gudermés, que hasta hace poco causaban escalofríos a cualquier ruso, ahora son objeto de peregrinación de fieles musulmanes interesados en ver sus espectaculares mezquitas, que en el caso de la primera es un templo diseñado con alta tecnología que se ilumina durante las noches.

Uno de los principales atractivos de Chechenia es el ecoturismo. Desfiladeros como el de Argún, que incluyen riachuelos de aguas cristalinas, torres medievales, lagos a 2.000 metros de altura (Kezenoiam) y espectaculares cañones, antaño refugio de bandidos. A esto se suma una estación de esquí inaugurada este año (Veduchi).

Pero no todo son buenas noticias. Según los defensores de los derechos humanos, Kadírov ha convertido la república un “enclave totalitario” en el que todo el mundo debe vestirse, hablar y comportarse como ordena el líder y ante lo que el Kremlin hace la vista gorda a cambio de que garantice la estabilidad en el Cáucaso.

“Los chechenes viven en el miedo. Después de cada intervención de Kadírov habitualmente hay redadas policiales (…) en mercados, calles y autobuses”, aseguró a Efe Oleg Orlov, director de la ONG Memorial, eterna candidata al Nobel de la Paz.

Los jóvenes que no siguen las directrices de Kadírov son detenidos por la policía y, en caso de que encuentren en sus teléfonos móviles contenido incriminatorio como críticas al líder nacional, son castigados físicamente y encerrados en sótanos, según el activista.

Orlov destaca que Chechenia es como la URSS bajo Stalin, ya que, gracias a que es la república más subsidiada de Rusia, Grozni ha sido reconstruida, las carreteras están asfaltadas y el gas ha llegado a los pueblos.

Con todo, lo que más le preocupa al activista es qué pasará cuando se vaya el presidente ruso, Vladímir Putin, ya que “Kadírov tiene tanto poder” que entre las fuerzas de seguridad rusas ha cundido un creciente descontento.

“Kadírov cuenta con el total respaldo de Putin. Pero Putin no es eterno. Esa es nuestra principal crítica. Putin no piensa en el futuro de Rusia. El régimen de Kadírov es un terrible dolor de cabeza para el futuro de Rusia después de Putin”, comentó Orlov